LA MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD DE NUESTRA SEÑORA SANTA MARÍA DE LA ASUNCIÓN


el río Paraguay llega manso e indiferente

a decir que nada cambia en el Chaco lejano

Asunción se esparrama tras de las lagunas

en la ensenada de estas aguas pantaneras

 

la iglesia sorda en la plaza de la matriz

e el oro del retablo de los fariseos hieren

la tribu que yace en la esperanza entre tapias

en preces serían peregrinos más nada

 

del palacio de Lopes pintado con sangre

por lágrimas si sepulcro cruel de un pueblo

nada restó allende el testimonio de un río 

aguas y palabras se van en el reflujo 

 

los huesos de Solano Lopes en el panteón

la historia insistiendo en las astillas que restan

todas derrotas sudamericanas siempre

permeadas por ambiciones e tramas viles

 

la costanera asentada en la margen izquierda

lleva a aquella Asunción pálida entre vitrinas

en la periferia donde cada día cuenta

yace en andrajos la bandera de estos Lopes 

 

la ciudad nueva no quiso las mismas calles

dejó arcos en ruinas y plazas heridas

poco para avivar la memoria en restos

poco para afrontar el contraste del tiempo

 

Nuestra Señora de Caacupé en el altar

resiente-se en el pedestal que hiere los pies 

como el pueblo que la fe hace esperar de rodillas 

pero la madre de las ciudades se calla